¡Dios ha muerto!
Murió en una cruz
la tarde de ayer,
en la persona de Jesús.
Y hoy, en nuestro huerto,
los frutos parecen caer
como estrellas carentes de luz.
Todo calla, nada parece cambiar,
pero es precisamente el grito del silencio
lo que inquieta, lo que agobia;
y es que ahora, sin la piedra angular,
todo aparece como vago adorno vacío,
como triste atardecer de tenue tono sepia.
El hombre ha quedado sin Dios,
y con ello, también sin humanidad.
El viento seco que surca nuestros campos
más que aliento siembra vaciedad
y mientras nuestros corazones son oprimidos
nuestro llanto clama: ¡Piedad!
Pero no todo está perdido,
y algunas mujeres lo han venido a anunciar:
el que de nuestro lado ha partido
prometió, al tercer día, resucitar.
Este es tiempo de en angustia esperar
al que a la muerte para siempre ha vencido.
Vida y muerte, muerte y vida,
ninguna es plena, sin la hazaña de resucitar,
y aunque amargura y angustia ese trance nos da,
la existencia en gozo, se place en transformar.
No olvides cristiano, la tarea encomendada:
aun en el desierto, estás llamado a sembrar.
Murió en una cruz
la tarde de ayer,
en la persona de Jesús.
Y hoy, en nuestro huerto,
los frutos parecen caer
como estrellas carentes de luz.
Todo calla, nada parece cambiar,
pero es precisamente el grito del silencio
lo que inquieta, lo que agobia;
y es que ahora, sin la piedra angular,
todo aparece como vago adorno vacío,
como triste atardecer de tenue tono sepia.
El hombre ha quedado sin Dios,
y con ello, también sin humanidad.
El viento seco que surca nuestros campos
más que aliento siembra vaciedad
y mientras nuestros corazones son oprimidos
nuestro llanto clama: ¡Piedad!
Pero no todo está perdido,
y algunas mujeres lo han venido a anunciar:
el que de nuestro lado ha partido
prometió, al tercer día, resucitar.
Este es tiempo de en angustia esperar
al que a la muerte para siempre ha vencido.
Vida y muerte, muerte y vida,
ninguna es plena, sin la hazaña de resucitar,
y aunque amargura y angustia ese trance nos da,
la existencia en gozo, se place en transformar.
No olvides cristiano, la tarea encomendada:
aun en el desierto, estás llamado a sembrar.
Erick Fernando
2 comentarios:
que padre....
Me deja un sabor de boca rico y me hace recordar que somos parte de una herencia la del sembrador de vida, en cada uno de nuestros lugares brotara nuestro fruto ese fruto del trabajo y cuidado que le hemos dedicadoa nuestra vida propia el renacer de las cenizas, el resucitar con cristo y dejar que muera lo que nos hece morir....
sandra marlene ch
Gracias por tu comentario, Sandra. En efecto, somos la herencia del sembrador, o acaso, esas semillas convertidas en nuevos sembradores. Un placer conocerte...
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